¿Chéjov ahora? Sí, pero esta vez Cortés lo hace desde otras latitudes, desde esta agonía en la que los personajes se pierden a sí mismos a través de una galería de fantasmas que no son otra cosa que los traumas del pasado encarnados que no les permiten avanzar: la metáfora perfecta al miedo a la acción, aderezada por toda una serie de mexicanismos que sazona estas relaciones adoloridas.
 
Santiago y Ernesto devienen dobles contemporáneos de Sonia y Vania. Se acompañan en sus mundos fracturados. A ellos se suma la complicidad femenina de Triana, amiga que funciona como personaje satelital de sus vidas.
 
¿Chéjov ahora? Sí, para mostrarnos que, no obstante el tiempo y las latitudes, somos en el fondo sujetos llenos de miedos y de dolores que, desde nuestras soledades, intentamos solucionar a pesar de nuestra propia humanidad.
 
Annya Atanasio Cadena